Paul McCartney / Estadio BBVA 08 de Noviembre 2024 / Monterrey N.L.

9:02 AM


Los Beatles han sido el faro musical de millones de personas en el planeta, de eso no hay duda alguna; su importancia y relevancia en la historia de la música popular del siglo XX es incuestionable e imbatible: niños, niñas, jóvenes, adultos, senectos, punketos, jipsters, rockeros, poperos, metaleros, skaseros, electrónicos, todos les deben algo, sus canciones son universales y como alguna vez lo dijo maliciosa/divertidamente la revista Vice son los Coca Cola del rock (¿Y a quien en un rato de solaz y esparcimiento no se le antoja un cocón con hielos en un mega vaso?).

Adquirí el gusto por ellos gracias a mi tío Prude (hoy un tanto rebasado por esa enfermedad llamada Alzheimer... ¿Sonará algún recuerdo Beatlesco en su cabeza?) y a mi madre, la cual tenía una foto de ellos en la luna de su ropero. Esa imagen, tan poderosa me hizo preguntarle quienes eran y me contestó "los Beatles" (en perfecto español). En secundaria, en una clase de inglés, nos enseñaron "Love me do" y luego yo me ponía a oír Los Bellos Tiempos en la AM con el jefe de jefes Octavio Gonzalez Flores, el cual siempre presentaba las canciones de los bicles en español: "Ella te ama", "Y la amo" (el grupo Superbrujo tiene un excelente cover de esta canción totalmente instrumental lo mismo que los tremendos JLB y Cia, todos ellos guapachosos y sin solemnidad).

Ya después me hice de discos de ellos, armando mi colección tanto de revistas, recortes y casetes grabados (el arte del mixtape como signo social del adolescente frenético que logra meter entre rayones y dileis a Beatles, Tacvba, Caifanes, Garbage, etc). Los Beatles siempre han estado presentes en mi vida, son siempre un rincón al cual llego para suavizar momentos de estrés, los considero geniales y divertidos y obvio siempre muy adelantados: un monstruo de 4 cabezas que devoró todo y a todos. No fueron de esos revolucionarios panfletarios y sin embargo su música si supuso la revolución más importante en la historia de la raza humana, en la cual dio el salto al vacío con riesgo de raspón y fractura; el mundo fue otro después de ellos, como cuando Dorothy llega a Oz y todo estaba en sepia y cambió a color. Conciliaban encanto pop con vanguardia, por eso me cago de risa cuando algún niñato todo meco dice que están sobrevalorados ¡sobrevalorados mis huevos, mejor siga jugando con su nintendo suitch (bitch)!

Todo este rollo mareador y madreador sirve como mero pretexto para poder entender qué nos hacía estar presentes en el BBVA la noche del 8 de noviembre, cuya logística quedó rebasada ante un evento de tal magnitud. MTY se pintó de colores beatlescos amenazados por nubarrones a lo Malosos Azules (en este caso grises) que pudieron echar a perder el evento pero afortunadamente fueron solo fintas (y dribles). El concierto se atrasó debido a los fallidos aparatos de escaneo que dejaron de funcionar en la entrada y cuando finalmente la bola de gente pasamos, estaba un Dj haciendo una mezcla de canciones solistas de Paul y de los Beatles; yo pensé de inmediato en Liverpool Sound Collage. En las pantallas empezaron a aparecer una especie de animaciones de edificios totalmente ingleses en los cuales se asomaban las caras de John, George, Ringo y Paul y sus cuates de la chamba; en la mera punta del edificio salió la silueta de un bajo Hofner y eso dio aviso de que el show iba a empezar, y lo hizo espectacularmente "A hard days night" y su rasgueo inicial puso al tiro a la audiencia, siguieron del Venus and Mars la muy buena "Junior's farm" y el rolón de "Letting go", luego sonó "Drive my car" del Rubber Soul (inspiración para Riosuke Yamaguchi y su celebrada película basada en un cuento de Haruki Murakami, un clavado Beatlemano) y una del Revolver ("Got to get you into my life") con una banda de metales que apareció de la nada en medio del estadio dando colores musicales impresionantes a las canciones solistas y de su etapa Beatle. Tenía que sonar -y la esperaba con ansia- una de las canciones con más feeling a blues llamada "Let me roll it" (que Paul Thomas Anderson -nada pendejo- usó en una secuencia de  Licorice Pizza), sonó una del Sgt Peppers ("Getting better") y un clásico que siempre oía a las 5:00 am cuando me despertaba para mis deberes escolares ("Let’em in") en la hoy desaparecida 91 x ("¡la experienciaaaaa!"). Paul le cantó a su esposa una balada simple y efectiva ("My Valentine"), sonó "Maybe I'm amazed" y creo que muchos pensamos en el capítulo de los Simpson donde el cerdo vuela; sonó una campirana ("I've just seen a face") y luego invocó a los Quarrymen y se despachó "In spite of all the danger". Mientras soltaba las canciones se aventó unas frases matonas ("¿qué ha habido raza?") dónde lo poseyó el espíritu del Piporro y la clásica "¡Está con madre" y ahí todos nos meamos. Una vez que sonó la que me enseñaron en la secundaria ("Love me do ") empezó a soltar puro hitazo atemporal, desde la belleza de "Blackbird", la grandiosa "Dance tonight" a ritmo de ukelele, la que lo hace chillar a veces ("Here today") , la que nos hizo llorar el año pasado a todos ("Now and then"), luego su homenaje a Fats Domino en "Lady Madonna", la circense y sargentpepperiana "Mr Kite", el homenaje a "su carnal George" con una versión preciosa (de las más coreadas) de "Something", y no dejó de lado la festividad de "Obladi oblada". Se echó al público a la bolsa cuando tocó al hilo hitazos del calibre de "El escape de la banda", "Get back", "Let it be" y cerró la primera parte de su concierto con miles de personas coreando "Hey Jude".

A su regreso ondearon banderas de México, Inglaterra y la comunidad LGBT;  el encore fue grandioso: empezó diciendo "Está canción es muy especial para mí, ya lo verán", acto seguido suena "I've got a feeling" y tal como lo hizo en Glastonbury aparece Lennon en la pantalla hacia la que Paul voltea para hacer un dueto, un momento mágico y cósmico que a este servidor le provocó nostalgia y a la vez alegría. Luego sonó la macabra "Helter Skelter" envuelta en alucinantes proyecciones y rayos láser, siguió el Sgt Peppers reprise, que es como un aviso de que el show va a terminar y, para despedir, la trilogía que da punto final al mitico Abbey Road: "Carga ese peso", "Sueños dorados" y "El fin" ¡Qué manera de cerrar!

(Dato extra e inútil es la pareja que se subió a recibir la bendición de Paul y anillo cuando la chica estaba más emocionada por ver a Paul que por recibir su prueba de compromiso) 

 La banda de Paul es la misma de hace ya más de 15 años (Bryan Ray, Rusty Anderson, Abe Laboriel Jr, Wix Wickens), diestros músicos que saben sonorizar y tapar en ciertos momentos las deficiencias vocales de Paul, las cuales se entienden: ya es una persona mayor y es de admirarse que a sus ochenta y pico de años siga rocanroleando como debe de ser. Leo a mucho pendejo en redes diciendo que "son las mismas canciones de siempre", o sea, ¡mentecatos! son SUS CANCIONES y él puede hacer LO QUE SE LE HINCHEN SUS ESFÉRICOS

En suma, fue un concierto sin igual, quizás sea la última vez de Paul en nuestro país, o quizás no, pero ese 8 de noviembre estuvieron Los Beatles en el gigante de acero en Monterrey  y para mí se cierra un círculo en cuanto a gustos musicales se refiere: tuve la oportunidad -junto a miles de personas- de presenciar algo único e inmenso, una experiencia casi mística y espiritual, un viaje mágico y misterioso.

Gracias Paul por la música, ¡estuvo con madre! 

#dcrvs


  • Share:

You Might Also Like

0 comentarios