Have a Nice Life: muerte después de la muerte *

12:21 PM





Por Cynthia Rodríguez
tw @joyademanzana

A principios del 2008, un amigo me recomendaba obsesivamente un grupo. A través del MSN, me mandó el link para bajar su opera prima y otro link para su página oficial o, más bien, página oficial de su disquera. El grupo era Have a Nice Life. El álbum, Deathconsciousness. Con un detalle de la pintura “La Muerte de Marat” de Jacques-Louis David como portada, el trabajo es infinitamente creativo para el nuevo milenio. Con reminiscencias de bandas tan dispares como Joy Division, SUNN O)), My Bloody Valentine, lo más temprano de The Cure y lo más épico de Sigur Rós, crean un sonido único y crudo que no deja de ser hermoso con ayuda de baterías programadas, guitarras densas, un bajo fuerte, la melódica y sobria voz de uno de sus integrantes, y el uso ocasional de samples desde los más oscuros hasta los más irónicamente pop. Todo esto, respaldado por “On an Obscure Text”, una investigación de 75 páginas realizada por un catedrático de la Universidad de Massachussets sobre Antioquio, líder de una secta cristiana medieval que veneraba a la muerte mucho más que a la propia vida, a diferencia de los demás cultos occidentales.

Have a Nice Life son Dan Barrett y Tim Macuga, dos jóvenes de veintitantos años, de aspecto promedio, que recién terminaron su maestría en Historia y viven en un pueblo de Connecticut. Graban, editan y venden su material a través de su propia disquera, Enemies List, y se hacen valer de los recursos económicos disponibles. Es por eso que cuando se acabaron las copias físicas de Deathconsciousness tardaron mucho en volverlo a editar para dar prioridad a otros proyectos. Sin embargo, el álbum sigue a la venta en un paquete digital que incluye la música, el arte y el libro completo.

El trabajo se divide en dos discos: The Plow That Broke the Plains y The Future. La primera parte presenta piezas más oscuras, acercándose al drone y al shoegaze por igual. Las quietas y morosas que estallan en un hongo atómico de reverberaciones y estruendos, como “Hunter” y la apropiadamente llamada “The Big Gloom”. Los breves pero dramáticos puentes que abren (“A Quick One Before The Eternal Worm Devours Connecticut”) y cierran (“There Is No Food”) la sección. La melódica “Telephony” y la lamentativa “Who Would Leave Their Son Out In The Sun”. Y, sobretodo, la emblemática “Bloodhail”, industrial y precisa, con un memorable epílogo.

En The Future, los resultados son más violentos e hiperactivos. “Waiting for Black Metal Records to Come in the Mail” tiene vocales y riffs de guitarra más tradicionales y un aire de stoner rock como para llenar 100 festivales veraniegos. “Deep, Deep” comparte la misma angustia adolescente noventera, mezclando el atractivo new wave de la primer parte del álbum y la sensación de desolación e incertidumbre que provoca el futuro. “The Future” pide prestado del trip hop el uso de beats sexies y samples de jazz por unos momentos. En cuanto a “Holy Fucking Shit, 40,000”, todo lo que puedo decir es que todo aquel que tome aquella canción del “Da Da Da” y la transforme en una grande y pesada rapsodia, es mi héroe. Los cierres, “I Don’t Love” y “Earthmover”, son absolutamente sobrecogedores y descorazonadores, llevándose lo poco que quedaba de nosotros tras escuchar los discos completos.

Este álbum es aventurero en su sonido, introspectivo en profundidad, complejo incluso para quienes aman los álbumes conceptuales y, como dicen en su perfil de MySpace, “TOO FUCKING BRUTAL FOR MYSPACE”. Y lo dicen en serio. Es una experiencia abrumadora escucharlos con los audífonos, directo a los oídos y a los sentidos, y es lo más justo que uno puede hacer. Un álbum hecho en privado merece ser escuchado en privado y no rodeado de hipsters alcoholizados en un concierto lleno de contratiempos y pésimo sonido como el de algunos recintos. Sin embargo, aún sería interesante verlos en vivo algún día, para ver si es posible volver a reproducirse tanto poder y belleza.



*Texto aparecido en el más reciente número de Decireves. 


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